“A bigger splash” la casa del pragmatismo. David Christi




“ A bigger splash  la casa del pragmatismo.
Resumen: A bigger splash, el pragmatismo en la arquitectura. David Christi

Cuando en 1968, David Hockney pintó A bigger splash, quizás no era consciente de hasta qué punto esta obra acabaría siendo entendida como un completo manifiesto de arquitectura.
El cuadro sintetizaba una forma de entender la arquitectura, la ciudad y su relación con la naturaleza que definitivamente quedaba vinculada a la memoria del siglo xx. Una idea de pensar, construir y habitar originalmente americana y, sin embargo, universal. Esta forma de pensar la casa es la que desde mediados del XIX y sobre todo a princios del xx fue consolidándose a través del pensamiento de los filósofos pragmáticos William James, Charles Sanders Peirce y John Dewey; sus ideas en torno al papel de la teoría en relación a los hechos dieron soporte a un determinado perfil de sociedad democrática, plural y progresista, posiciones arquitectónicas que conforman hoy ya una verdadera alternativa al pensamiento post-humanista. Así pues, estudiaremos ahora esta casa de la que Hockney nos ha dejado un retrato memorable, ligado en nuestro recuerdo a tantos esfuerzos por definir una casa moderna, económica y fácil de construir como se produjeron en Los Ángeles en los años cincuenta.
Cambio y verdad
Fue la idea de cambio lo que James quiso plantear positivamente al defender la necesidad de que la filosofía abandonara la búsqueda de una verdad única y definitiva como objeto mismo de su pensamiento. En James la verdad es algo que puede llegar a sucederle a una idea, "llega a ser verdadera, se hace verdadera por los acontecimientos". No niega que la verdad exista, pero cree que tiene un carácter contingente. La verdad es un proceso en el que la realidad y la mente se adaptan una a otra. James acepta que la verdad es correspondencia con el mundo; es una relación de ajuste con un mundo que, a su vez, se va haciendo por acción cíe las propias ideas. En el pensamiento pragmatista la mente y el mundo (teoría y práctica) no están separados: se construyen entre sí. La idea de "verdad" es una creación del hombre y es por tanto, contingente, como la experiencia muestra; como lo es el 'propio lenguaje del que se alimenta: "un móvil ejército de metáforas". Tal es la definición que Rorty tomará prestada de Nietzsche para explicar la historia de las ideas.
Redescripción
El trabajo del filósofo, el trabajo del científico o del artista, no será otro que redescripción hacer una "redescripción" de la realidad a través de esa experiencia en mutación; la redescripción metafórica, la invención de nuevas metáforas más verosímiles, que inviten a dejar los viejos lenguajes y adoptar el nuevo léxico, será la tarea propia del creador: “Raramente una filosofía interesante consiste en el examen de los pros y los contras de una tesis. Léxico establecido que se ha convertido en un estorbo ante un léxico nuevo y a medio formar que vagamente promete grandes cosas".
Método que "consiste en volver a describir muchas cosas de una manera nueva hasta que se logra crear una pauta de conducta lingüística que la generación en ciernes se siente tentada de adoptar, moviéndola a buscar nuevas formas de conducta no lingüistica: por ejemplo, la adopción de nuevo equipamiento científico o de nuevas instituciones sociales.
Trabaja holistica y pragmáticamente. Dice cosas como: 'Intenta pensar de este modo', o, más específicamente: 'Intenta ignorar las cuestiones tradicionales, manifiestamente futiles, sustituyéndolas por cuestiones nuevas y posiblemente interesantes'. Intentaré hacer que el léxico que prefiero se presente atractivo, mostrando el modo en que se puede emplear para describir diversos temas".
método pragmático, la conversación
El pragmatismo por tanto es más un método que una filosofía, un método sin dogmas ni doctrinas, para el que "las teorías llegan a ser instrumentos, no respuestas a enigmas en las que podamos descansar...". Un método de actualización de las verdades, de redescripción y adaptación constante de nuestras creencias y lenguajes en relación a nuestra experiencia que toma de la contingencia del mundo y de sus representaciones toda su energía. Una forma de pensar que no se instituye a sí misma como negación de otras concepciones sino que cruzándolas de forma singular, las adopta para construir una "conversación" particular, hasta alumbrar nuevos léxicos cuya única validez no estriba ya en su verdad sino en su "verosimilitud", en su capacidad para crear en otros e! efecto de verdad a través de la experiencia. James utilizó la imagen de un corredor de hotel cuyas habitaciones albergan distintas concepciones del mundo; el corredor es el lugar en el que todas ellas se cruzan, el lugar donde puede darse una conversación plural y enriquecedora. La metáfora pragmática será así la "conversación", imagen que subraya los vínculos con un modelo social en el que realmente pueda darse una discusión abierta e impredecible, sin verdades últimas. El creador, el artista y el filósofo se confunden en la figura del "crítico", pues operan con el mundo y el presente como materiales que se interrogan, cuya coherencia debe rehacerse continuamente en una especie de aventura intelectual que definirá precisamente eso, la historia de las ideas.
Optimismo
La actualidad del pensamiento pragmatista se encuentra en este abandono de la certidumbre y la objetividad como metas del pensamiento; en su capacidad para instalar al creador, al arquitecto si se quiere, dentro de un contexto heterogéneo e inestable y hacerlo con un cierto optimismo, entendiendo que inestabilidad y heterogeneidad no son un accidente engorroso sino un material creativo precioso, el genuino objeto de la imaginación pragmatista.
Técnicas e imaginación
Las técnicas de las distintas prácticas materiales y culturales devienen el horizonte, el límite de la imaginación; vehículo esencial de la sensibilidad pragmática. Nuevas técnicas -su invención, transferencia, manipulación- los verdaderos operadores de la imaginación pragmática. Por ello el arquitecto, el "crítico" afín a esta sensibilidad conoce y trabaja con ellas, tiene un saber de carácter eminentemente técnico y metodológico.
El presente pragmático
El pragmatismo contrapone una concepción individual y subjetiva del mundo a la gran máquina social positivista. Mantiene por ello una concepción bien alejada del tiempo finalista y teleológico del positivismo. El tiempo que el pragmatismo privilegia es el de los hechos -pragmata-, el tiempo del presente de las acciones, el tiempo del presente, un tiempo que no es amnésico, pragmático porque tiene memoria de sí mismo a través de ese ejército móvil de metáforas en el que las nuevas se encadenan -"que usa los sucesos del pasado para informar el presente"- y para el que el futuro es "meramente promesa, un halo que rodea el presente", tal y como Dewey dejó escrito. Se trata de un tiempo polarizado, atraído tanto por la experiencia del presente como por el individualismo; un tiempo ligado a nuestra subjetividad, que no plantea hipoteca alguna al desarrollo creativo del yo que venga de un remoto origen o apele a un destino colectivo, a un proyecto lanzado más allá de esa búsqueda de perfección privada en la que la propia conciencia del "yo" se constituye.
ironista liberal
El sujeto pragmático es una creación artística individual de cada uno sobre sí mismo; una sucesión de experiencias, metáforas y lenguajes que constituyen la propia identidad y en cuya mayor riqueza reside su realización plena. Rorty lo ha denominado "ironista liberal"; irónico porque es consciente de la contingencia de su identidad, no sujeta a verdades o esencias de ningún tipo; liberal porque su modelo social se basa en un "pacto" entre sujetos análogos, dirigido al ahorro de sufrimiento y dolor, a evitarlos: "La concepción que estoy presentando sustenta que existe un progreso moral, y que ese progreso se orienta en realidad en dirección de una mayor solidaridad humana. Pero no considera que esa solidaridad "consista en el reconocimiento de un yo nuclear -la esencia humana- en todos los seres humanos, se la concibe como la capacidad de percibir cada vez con mayor claridad que las diferencias tradicionales (de tribu, de religión, de raza, de costumbres, y otras de la misma especie) carecen de importancia cuando se las compara con las similitudes referentes al dolor y la humillación: se la concibe, pues, corno la capacidad de considerar a personas muy diferentes de nosotros incluidas en la categoría de “nosotros”.
Si volvemos ahora a aquella imagen de Hockney o miramos las fotografías que Julius Shulman realizó de las Case Study Houses californianas por los mismos años, o nos sumergimos en esos dibujos que Alejandro de la Sota preparó para mostrar el ambiente de su proyecto de casas para Alcudia (1984) –referencias que nos acompañarán de aquí en adelante-, posiblemente estemos ahora en mejores condiciones para apreciar hasta qué punto estas imágenes concuerdan con una concepción del yo y del mundo pragmatista; hasta qué punto en ellas la experiencia del presente es aquello que está atendido de forma privilegiada. Un presente gozoso y cotidiano, si se quiere banal, cuya construcción requiere el despliegue de una colección de técnicas y métodos que desaparece en el disfrute dé la conversación, la lectura o la zambullida. Fíjese el lector en cómo la arquitectura se ha retirado a un segundo plano, casi se desvanece para hacer "naturales" tales momentos, igual que le sucede al marco en el que la escena se resuelve. Piense en cómo todos los elementos naturales y artificiales han sido puestos a trabajar para que una conversación -precisamente la metáfora del pensamiento pragmático- pueda darse. Hemos hablado del presente como el tiempo al que atiende el pragmatismo, el lugar mismo de la experiencia.
Experiencias cotidianas
El presente es el lugar en el que se dan las experiencias cotidianas: el "hoy, ahora y aquí" desatendido por otras formas de pensamiento. Transformar ese presente cotidiano en una fuerza creativa, aprender a ver en él un sustrato poético con el que construir esa perfección privada es la tarea pragmática por excelencia. John Dewey en Arts as Experience (1934) -titulo descriptivo en sí mismo, lo dice con claridad "La primera consideración importante es que la vida se despliega en un entorno; no meramente 'en' sino a causa de el. a través de una interacción con él". No hay pues una autonomía de la experiencia; esta se da a través de interacciones entre el medio y los hechos cotidianos.
Arquitectura como marco de la experiencia
La arquitectura, o el arte en general, tendrán ese papel para construir el marco de la experiencia cotidiana, el que regula las interacciones entre el medio y el yo. El arte, la arquitectura, la casa en última instancia, adquieren así un vínculo emocional con el paisaje; constituirán experiencias "similares. Quizás hoy sea difícil valorar la novedad de esta concepción del arte como revelador de las experiencias cotidianas, como cierre o marco regulador entre nuestro presente y el medio en el que se produce. Pero en 1934 -antes de que el arte pop nos devolviese una mirada poética sobre lo cotidiano; antes de que el minimal-art problematizase la experiencia de las cosas en relación a su entorno, y antes de que el land-art experimentase con el medio natural como un medio plástico-, la visión pragmática había dado ya un giro importante a la concepción convencional de las prácticas artísticas como experiencias singulares, preparando las condiciones para que todas estas formas artísticas pudiesen aparecer.
Instante banal
Ahora que ya poseemos suficientes elementos de juicio para individualizar sus paradigmas, diferenciarla, ahora sí, nítidamente de esa otra casa, la positivista, a la que tantas veces se ha vinculado con un apresuramiento excesivo. Es ahora cuando esa escena cotidiana de una zambullida en la piscina de una casa californiana, ese instante en el que la explosión de espuma de agua hace gravitar todo en torno a ¡a piscina, con las líneas técnicas simplificadas de su arquitectura enmarcando la escena -y reflejando otras similares, con las palmeras y el cielo azul hablando de un clima casi tropical -un aire caluroso, limpio y quieto-, con la serenidad de las líneas horizontales y la superficialidad de sus colores planos y cálidos, es ahora cuando nos habla de una mirada positiva hacia lo cotidiano, del instante banal como una experiencia estética; de un espacio entendido como interacción del medio natural y artificial; de la tecnificación como soporte del confort; del placer individual como una meta legítima y deseable. En Hockney, en los artistas pop, encontraremos plasmada en gran medida esa mirada hacia el hoy, aquí y ahora como centro del universo.
Entremos ahora en la casa de Alcudia y dejémonos llevar por la escena que gravita en torno a una conversación con los pies en la piscina; una escena, como las otras que dibuja Alejandro de la Sota, en la que la arquitectura se desvanece en la atmósfera. Es difícil, por ejemplo, entrar en las casas de Alcudia sin sentir la brisa y el placer de las sombras y contraluces tras las celosías; sin pensar en cómo, frente al aire inmaculado moderno, esta casa es una verdadera máquina de activar el aire fresco y umbrío de las construcciones rurales tradicionales. Aquel aire que hace tan agradecidas las masías con sus sombras, sus salones cruzados y sus persianas mallorquinas; sentir en la piel la vida ociosa, la proximidad del mar y su intensidad hedonista, el lento paso del día. Evocamos, casi, aquellas imágenes felices de las casas mediterráneas donde vivió Picasso, pura experiencia metafórica de la eternidad de un instante feliz'. Pero lo Interesante de esta memoria latente es su especificidad técnica, el haber sido construida de forma consciente con mecanismos disciplinares de ¡a arquitectura mediterránea: el aterrazado tradicional de! terreno utilizado para obtener privacidad y aumentar el rendimiento de su escasa superficie; la cubierta como solarium y terraza sobre el mar; la organización planimétrica en torno a una sala central cruzada; el uso de celosías y cerramientos deslizantes; la posición de la piscina para provocar el movimiento del aire y la entrada de una luz titilante en el salón, como un eco marino; los toldos y emparrados, la posición de los árboles en los límites de la parcela para ensancharla y enmarcarla.. De la Sota, que mantenía una estupenda relación con este proyecto, lo explicaba como pura experiencia sensorial técnicamente inducida: basta ver sus apuntes para entender qué buscaba con él, hasta qué punto este trabajo inmaterial es el centro conceptual del proyecto. Se trata por tanto de un proyecto construido con aire, haciendo que el aire sea capaz, por sí mismo, de evocar aquella condición feliz y hedonista que nuestro imaginario ha proyectado sobre la vacación y la casa mediterránea... De la Sota dejó escrito: "La arquitectura es el aire que respiramos, pero un aire cargado de olores, de sabiduría, un aire transformado por eso mismo, por la Arquitectura".
La mujer liberal
Vayamos a la casa de Fierre Koenig (1959) fotografiada por Shulman, a esa escena cuidadosamente preparada por este gran fotógrafo -constructor él mismo en gran medida de la Imagen de las Case Study Houses y habitante, no por casualidad, de una de las más logradas, realizada por Ralph Soriano- en la que dos mujeres charlan distraídamente mientras la visión nocturna de Los Ángeles se despliega a sus pies. A través de esas mujeres ociosas descubrimos con total claridad el sujeto y la genealogía de la casa del pragmatismo. Comparemos la escena con la gravedad de aquella otra en la que Heidegger, un hombre denso y maduro, nos mira inquisitivamente mientras su mujer, servicial, cocina en un oscuro y reducido interior. La casa del pragmatismo tiene sin duda su protagonista en esa mujer que ha permanecido oculta o en segundo plano en tantos otros arquetipos, una mujer que es y se siente igual entre iguales, que habita la casa y la ciudad en plenitud: no es la chica nómada de Tokio -no es una mujer tradicional ni poseída por el consumismo-, sino una mujer liberal y activa; es su mirada y su lucha de más de un siglo la que ha construido esta idea de domesticidad.
La casa del pragmatismo no tiene congresos CIAM ni métodos científicos de deducción de ningún tipo de Existenzminimum. Su domesticidad ha sido deducida empíricamente: ni es demasiado grande -no preocupa la representatividad del espacio sino su mantenimiento-, ni demasiado pequeña, pues en ella debe haber espacio para que cada miembro de la familia lleve una vida autónoma.
Eliminación del sufrimiento
Una casa mecanizada, pensada para evitar en lo posible tareas ingratas, que parte de la hipótesis de la eliminación completa de los sirvientes. La casa del pragmatismo esta construida sobre la lucha de un numeroso grupo de activistas del feminismo que hacia 1868 comienzan a problematizar la casa como espacio de la esclavitud, del “sufrimiento de la mujer, cuando por primera vez se reivindica el derecho a ser remunerado su trabajo y a partir de ahí, se cuestiona la organización espacial tradicional. Pero siempre el tema de la eliminación del sufrimiento mostrará claros vínculos con la concepción social progresista del pragmatismo (y se refleja en circunstancias personales directas, como el matrimonio de Melusina con Charles Sanders Peirce, fundador con James del pragmatismo. Catharine Beecher tendrá una gran influencia en el desarrollo de la casa pragmática a través de sus dos obras Treatise on Domestic Economy, For the Use of Youngs Ladies at Home and at School, publicada en 1841 y, sobre todo, The American Woman's Home, realizada con su hermana Harriet y publicada en 1869. Su planteamiento, la profesionalización del trabajo doméstico, le indujo a proponer un prototipo de casa protagonizado por la eficiencia, utilizando las diferentes técnicas entonces disponibles -calefacción y ventilación, fontanería, luz, cocina de gas- para facilitar el mantenimiento con la concepción flexible del espacio y una clara reducción de superficie.
Aire tecnificado
En Beecher, por primera vez, el aire deja de ser inerte para pasar a ser el tema central del proyecto doméstico: la casa se piensa a través de su tecnificación lo cual conlleva un cambio drástico de concepción y organización. La casa pasa a tener un corazón técnico central que altera los esquemas de la casa victoriana burguesa entonces vigente. Como Banham ha escrito en La arquitectura del entorno bien climatizado (1969): "Todo esto es logrado por un único conducto para calefacción y extracción, alrededor del cual se agrupa el equipo que expide aire puro y agua caliente y dentro del cual el aire sucio es aspirado y eliminado. La peculiaridad sobre este "árbol" ambiental y sus ramales subsídianos es que ha quitado a! muro exterior de la casa todas las funciones ambientales tradicionales, excepto dos: mantener fuera el tiempo exterior y permitir que entre la luz. Con ello Catharine Beecher "parece introducir por primera vez el concepto de un núcleo central unificado de servicios, alrededor del cual se despliegan los pisos de la casa, no tanto como aglomeraciones de cuartos sino como un espacio libre, abierto en el trazado, pero diferenciado funcionalmente por un especializado mobiliario y equipamiento integrados a la arquitectura, anticipando así la organización básica funcional de la casa Dymaxion de Buckminster Fuller, del año 1927".
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Esta concepción técnica del ambiente y el aligeramiento de la piel habrán influido no sólo en Fuller sino también en Frank Lloyd Wright, cuyos planteamientos técnicos y espaciales pueden entenderse como una plena estilización del esquema beecheriano. Podríamos detenernos en ambos autores pero nos interesa más subrayar cómo el esquema pionero de Beecher, y con él todos los intentos por definir una casa del pragmatismo, consideran un problema el tamaño en relación al trabajo en el hogar, en relación al sufrimiento de la mujer, concluyendo en un programa de minimización relativa de la superficie como valor prioritario. Si pensamos en la ubicación de la cocina que Le Corbusier propone en la segunda planta "para evitar olores", completamente ajeno a lo que significa alejarla del comedor en la planta baja, o en ¡os trescientos metros cuadrados del pabellón del Esprit Nouveau (y de las casas-patio de Mies), y los contraponemos a los escasos 90/100 metros de las propuestas de estos manuales para una vivienda con un programa similar -análogos a los de muchas normativas actuales de vivienda social-, entenderemos no sólo lo que implica la des-jerarquización de la familia y el nuevo papel de la mujer, sino también las profundas diferencias que separan al pensamiento pragmático del positivista, en especial en lo referente al significado y operatividad de los avances técnicos.
Será al concluir la Segunda Guerra Mundial -en el momento en el que la maquinaria industrial puesta a punto para usos militares pueda transferirse a destinos civiles- cuando la casa pragmática llegue a su primera madurez, el momento que Shulman dejó en la memoria de la casa del siglo xx. Y será precisamente una revista destinada preferentemente al público femenino, Art & Architecture, dirigida por John Entenza, la que decida unir teoría y práctica materializando en una colección de ejemplos la adaptación del pragmatismo a los cambios técnicos y culturales. Ray y Charles Eames, Ralph Soriano, Fierre Koenig, Craig Ellwood y otros encontrarán en John Entenza un cliente abstracto y en Los Ángeles un soporte ambiental idóneo para desplegar este ideal de la casa pragmática iniciado por los manuales del xx en una aventura colectiva que, de nuevo no por casualidad, fue recogida puntualmente por otra mujer, Esther McCoy, en su libro, Case Study Houses, 1945-1962. Gracias a esta aventura la casa pragmática, como corresponde a su posición intelectual, pudo al fin materializarse, desvelando cuáles eran las técnicas proyectuales más acordes con la tecnificación del momento. En el contexto de la posguerra el corazón técnico, el árbol ambiental, habrá dejado de polarizar la organización de la casa. Ya no habrá un centro técnico sino una difusión de tecnificación. La casa podrá abrirse y olvidar esquemas nucleares para adoptar configuraciones extensivas y homogéneas, en las que, ni por posición ni por tamaño, pueden distinguirse fácilmente las jerarquías tradicionales, de modo que el conjunto se organiza mediante salas de generosas dimensiones agrupadas de forma económica en figuras elementales.
Facilidad de puesta en obra
La eliminación del sufrimiento en las tareas domesticas habrá conducido a una eliminación también del sufrimiento en los procesos de puesta en obra: la facilidad y la simplificación técnica serán unos valores que se extenderán a todos lo momentos de la casa. Ésta se piensa, construye y habita en la comodidad, contra la complejidad técnica y existencial.
Tiempo como
material
El tiempo habrá pasado a ser entendido como un material, un material de construcción, el más valioso, de modo que minimizarlo adquiere un sentido económico abstracto, expresión de esa facilidad existencial. Esther McCoy recogerá en las páginas de su libro las imágenes de las casas en construcción exhibiendo su elementalidad técnica con un claro sentido demostrativo. El espacio pragmático, que vive en el presente, carece de sentido teleológico y de fundamento original o trascendente. Es, a la vez, el inverso de la casa existencial y la casa positivista.
confort instantáneo
Su paradigma es el confort instantáneo, asociado a la mecanización y a la ergonomía del espacio y el mobiliario, propicio para un habitar escasamente regulado, suavemente codificado. En los interiores pragmáticos encontraremos no sólo una democrática homogeneidad en el valor asignado a los espacios individuales y a los espacios colectivos sino también un confort ambiental inducido por las máquinas, lo cual conlleva un aligeramiento de los límites, de precisión en las fronteras entre lo público y lo privado.
Las máquinas y los media
Las máquinas, como el automóvil, el teléfono y la televisión ,introducen en su interior el mundo de la opinión que en Heidegger era el de la superficialidad y lo auténtico. Pero no será sólo esa introducción de la movilidad y lo mediático lo que borre la autenticidad heideggeriana de la casa pragmática; toda su cultura objetual y material será artificial industrial o más exactamente aún, consumista.
Catálogos
Se construirá a través de productos industriales sistematizados, accesibles a través de los catálogos comerciales, desde la vestimenta o el mobiliario hasta los sistemas constructivos. Una casa sometida a la influencia de la moda, que determina en gran medida su carácter perecedero y regula los cambios que la casa experimente ante cualquier reajuste de programa derivado de la necesidad o del puro deseo.
Espacio banal
La suma de equipamientos para una vida más placentera y eficacia en la producción industrial, dará lugar al espacio banal como paradigma, un espacio ligero, inconsistente, confortable y fugaz. Su expresión más "clásica" vendrá de la mano de Charles Eames, de sus diseños de mobiliario basados en el estudio ergonómico de la posición -a la búsqueda de un confort empírico- con materiales y técnicas que en los cincuenta comienzan a estar disponibles, como el tablero posformado, el moldeado en poliéster y las aleaciones ligeras, en un intento honesto por lograr diseños económicos y ligeros capaces de competir en el mercado del mueble. Interés de los modernos por la exhibición de su maquinismo simbólico al estudio de la postura, que reflejará ahora con precisión el estilo informal y descontraído de la "buena educación" americana, el estilo que nos muestran algunos de los dibujos de Norman Rockwell o las fotografías que la pareja Charles Eames (de forma un poco cargante para el gusto europeo) se hace a sí misma.
Las máquinas ya no son heroicas sino reales y tienden a no ser visibles, a su disolución, a sustituir su valor fetichista como objetos visibles por los parámetros de confort que implican: calor, frío, humedad, ventilación, luminosidad, aislamiento térmico, aislamiento acústico o seguridad. El aire del pragmatismo es, en su sentido mas amplío, un aire "acondicionado", del que William Carrier habrá sido impulsor no solo teórico sino también, como buen pragmático, práctico, extendiendo universalmente unas técnicas de acondicionamiento ambiental que están ya indisolublemente vinculadas al espacio contemporáneo, a los tipos y formas urbanas características de nuestro tiempo. Será la casa pragmática la que incorpore tanto técnicas pasivas como activas de acondicionamiento; ése es el aire de las casas de De la Sota en Alcudia, la idea misma de Dewey de interacción con el entorno, su visión de la arquitectura como marco que filtra y regula los intercambios con el medio. Y que anticipa en gran medida una posición ecológica, que solo en las ultimas décadas habrá ido asimilándose en el proceso de definición de la casa pragmática. Un cambio paralelo a los cambios culturales y técnicos, a una creciente sensibilidad medioambiental junto a la irrupción de nuevas tecnologías.
Buen tiempo
Volvamos ahora a visitar la casa que Hockney fijó en un instante trivial de un día soleado. Comparémosla con la tormenta existencial, con la lluvia, con la noche bulliciosa y consumista de la chica nómada de Tokio, con el contemplativo fluir del tiempo nietzschiano o con el puritano uso medicinal del aire libre en la terraza positivista. La casa pragmática tiene su momento privilegiado en el "buen tiempo" que inaugura un hedonismo ocioso e impúdico vinculado al cuidado del cuerpo: su lugar es ese jardín en el que se oye el fru-fru de los aspersores, en el que aún flota en el aire la espuma de un salto exhibicionista a la piscina. Una escena cotidiana que sólo una mirada atenta, capaz de apreciar la belleza que hay en lo más ligero, en la contingencia de la vida común, es capaz de transformar en obra de arte. Esa mirada atenta es la técnica misma del proyecto pragmático, su modo particular de pensar, construir y habitar la casa.
¿Cuál es la materialidad específicamente pragmática? ¿Cómo se despliega su cultura material y objetual en el proyecto? Ya hemos mencionado la simplicidad técnica de la puesta en obra como un reflejo directo de la actividad pragmática: en este sentido su aproximación a la construcción, a la idea de materia, compartirá sin duda con el arquitecto moderno un parecido aprecio por la oferta industrializada y los procesos de construcción que desencadena (ésta será la razón de su mixtificación en tantas historiografías). Pero el énfasis aquí se desviará de la exhibición del objeto en su apariencia maquínica por su disolución en el sistema, por su articulación no problemática como parte de una totalidad difusa.
Materialidad y sistema
La casa de Ray y Charles Eames será el ejemplo paradigmático de esta actitud pragmática al levantarse y cerrarse mediante piezas y elementos escogidos de distintos catálogos comerciales -algunos provenientes directamente de la industria militar-. Materialidad sin esencias, tan contingente como lo son los catálogos comerciales, ligada a su tiempo precisamente a través de este mecanismo de mercado. El trabajo del arquitecto se desplaza así desde la invención técnica positivista -emulando a su héroe, el científico-inventor- hacia la organización de sistemas constructivos mediante patentes comerciales. No habrá ni épica de la invención ni emoción por el detalle; será la eliminación de ambos lo que ahora se proponga en esta materialidad subsumida en el mercado.
La casa como superobjeto
Imbuida de este espíritu comercial, la casa pragmática no sólo adquiere una materialidad contingente, como la de los objetos de consumo, sino que toda se entiende como un superobjeto listo para el consumo. Un superobjeto que replica como automorfismo la cultura material de quienes la habitan -sus ropas, coches, hobbies, muebles, máquinas...
Confort y bienestar
El cuadro de Hockney lo anuncia con precisión. Todo -la casa, el clima, la naturaleza...-, se presenta con la fuerza seductora y banal de un anuncio publicitario, con sus colores planos y calientes y su enmarque cinematográfico -parece más un set que un fragmento de realidad-. Los sentimientos que provoca jamás serían los de la evocación de una existencia "auténtica" o una identificación con el lugar, propios de la casa heideggeriana, sino esa idea instantánea y poderosísima de confort que se ha dado en llamar "bienestar" (welfare) y que cataliza toda la cultura material pragmática.
Pero la construcción de la casa pragmática, su materialidad, no termina en los aspectos constructivos: la preparación del terreno, la manipulación del medio natural, supondrá el contrapunto dialéctico del sistema, la forma en la que el arquitecto organiza la construcción de marcos que conducen a dicho bienestar. Las dos palmeras de Hockney construyen la escena del mismo modo que la plataforma artificialmente modelada y los eucaliptos protegen, filtran y expanden la casa Eames hacia las playas de Pacific Palisades, y que Alejandro de la Sota manipula el terreno hasta casi convertir el proyecto en una topografía modificada. Fijémonos en cómo explicó su proyecto de Alcudia: "Según su biología, el hombre tiende a poseer su propio territorio. Según la climatología, si es propicia, según su intimidad, su característica, exige la ocultación de su actividad o descanso. Si el hombre se encierra en su propia casa consigue todo, pero pierde naturaleza. Busca entonces la manera de aprehenderla, si no toda, en parte. Ya apareció el patio Desde Pompeya, hasta Mies, en España no se diga, aparece el patio: interior si la casa da para tanto y adyacente, contiguo, hecho con tapias, sí no llegamos a tanto. Es un hecho tan notorio el de poseer notoriamente naturaleza que no existe nada tan ligado al paisaje como la tapia campesina. Kilómetros de tapias han pasado a los mejores lienzos. Se intenta una urbanización, cubriendo el espacio por ellas determinado con parras, enredaderas, toldos. Viviremos en toda la pequeña parcela que así hemos convenido en la más grande de las casas. Viviremos emparrados. ¿Quién no recuerda las viviendas de los peones camineros o de los guarda-agujas de los ferrocarriles? Hacemos a la vivienda un periscopio, terraza con sombra, para ver lejos el mar y el monte. Se añade una piscina pequeña propia y de agua de mar. Se pre-fabrica toda la construcción y se lleva hecha desde la fábrica a donde sea, en este caso a Mallorca. Paneles de chapa, forjados de chapa, tabiques de chapa, instalaciones hechas en taller, pavimentos prefabricados de grandes dimensiones, todo de fácil montaje. Se ahorra tiempo, se consigue calidad y obliga a formas tal vez lejos de la Arquitectura. Ver el mar desde todas la casas; tener vida íntima en todas ellas. Se pensó en una casa abierta, convirtiendo la parcela, el jardín, en una auténtica casa, debajo de buganvillas, enredaderas... Sobre ellas el mirador-solarium". La técnica y la materialidad pragmática quedan en este texto admirablemente sintetizadas; en él observamos todos los aspectos mencionados: la cuidadosa manipulación del territorio, las técnicas comerciales, la facilidad y ligereza, el uso del pasado para informar el presente -desde Mies a la tradición autóctona-, el presente pragmático, la activación del aire, la arquitectura como acondicionador pasivo y como superobjeto. Para quienes pudimos formarnos en su proximidad fue fantástico disfrutar de su fe en la manipulación del territorio y en las técnicas industriales en un momento en el que ambos eran temas malditos.
Facilidad
Pero era un placer mayor comprobar su delectación por la elegancia que otorgaba al proceso de construcción un uso intencionado, de las técnicas industriales: allí donde antes había emoción por el esfuerzo, por el sudor y la dimensión épica de las obras, aparecía el placer de la facilidad, la sustitución del esfuerzo físico por el esfuerzo intelectual, la anulación de toda nostalgia, mas o menos enmascarada, por cualquier atisbo de esclavismo. El despectivo "facilón" quedaba sustituido por el despectivo "dificilón", el salto musculoso del atleta por el ágil vuelo de la bailarina. El arquitecto pragmático es sobre todo aquél que hace hablar a la convención, el que rescata una dimensión poética del aquí y ahora, capaz de descontextualizar lo ya sabido y hacerle adquirir el brillo de la poesía.
Desde esta concepción el arquitecto pragmático mantiene un compromiso, con la sociedad que no pasa por el mesianismo social moderno. El catálogo es su herramienta, algo obvio si pensamos en los Eames o en De la Sota, por ejemplo. No se trata de un trabajo de "invención" sino de "intención", de dirigir los productos elaborados por la sociedad hacia nuevas e insólitas aplicaciones, rescatando así una dimensión crítica en el hacerse de la arquitectura. Y un diálogo con el presente, con lo que está ahí, "tal cual", esperando ser mirado por algo capaz .de suscitar emoción y belleza. La deseada facilidad, la des-dramatización de la tarea del arquitecto conlleva algo más que una cierta, limpieza de los detalles, tan del gusto minimalista: no es la limpieza sino la sencillez y el ahorro de esfuerzos -como una extensión de la facilidad a todo lo que se propugna. La construcción es el momento de la solidaridad, del ahorro del sufrimiento, contribuyendo a esta reducción, como puede desarrollarse una efectiva labor progresiva. Sólo el trabajo desde los aspectos técnicos creativos que esta posición implica permite desarrollar una estética específicamente pragmática.
Fenomenología de la inmaterialidad
Esta perspectiva solidaria implica una simplificación y ligereza constructivas que conducen hacia una peculiar “fenomenología de la inmaterialidad” Podría decirse con mayor precisión "casi inmaterialidad", pues es en “casi” reside el vinculo entre la arquitectura, -construcción de experiencias físicas reales—, y el desarrollo tecnológico actual. Como De la Sota se encargo de expresar con otro de sus paradójicos aforismos, se trata de alcanzar "lo más nada posible", todo un irónico manifiesto sobre el uso de la técnica en relación a una posible estética pragmatista. Nada de conocimientos exhaustivos: el constructor pragmático es precisamente el que no se enreda en los detalles pues no los necesita, el que es capaz de reducir los materiales y la puesta en obra a pocas y sencillas operaciones de ensamblaje entre subsistemas compatibles.
De la Sota constructor -sustituye la concepción tradicional del constructor por otra como creador de sistemas, conjuntos de elementos capaces de crear un orden lógico en sus relaciones internas, pero también de mantener suficientemente abierto éste orden como para permitir la aparición de la sorpresa o la contradicción. Como leyes de un juego, el buen sistema se mide tanto por su economía como por la apertura que produce, por su grado de indeterminación. Es en el juego, pues, donde se produce el desarrollo creativo.
Dejando de lado por un momento el hechizo de las Case Study Houses y de las casas de Alcudia para plantear la vigencia de la casa pragmática en el panorama actual y cultural contemporáneo. Y podemos hacerlo sin alejarnos de Los Ángeles, recordando su viva presencia en las arquitecturas residenciales de Frank O. Ghery, incluso en los dos ejemplos ya mencionados en estas mismas páginas al hablar de la casa posthumanista y del loft: todo su trabajo residencial puede comprenderse -y así ha sido, hecho en numerosas ocasiones- como una muestra de la vitalidad de aquellas experiencias de los años cincuenta, como una nueva interpretación de esta idea de sistema y de juego, desde una particular habilidad para abrir y dislocar los sistemas y patentes comerciales mas económicos hasta hacerlos expresar condiciones sociales y estéticas actuales. Generalmente este juego se logra mediante la atomización de! esquema extensivo pero compacto propio de las Case Study Houses y la búsqueda intencionada de "diferencias" -geométricas, figurativas, materiales, de escala- frente a la atracción por el orden y la uniformidad que estaba presente aún en los años cincuenta. La obra de Gehry quedaría sin explicar sí no se atiende a este rico patrimonio que él ha heredado y llevado a nuevos paradigmas espaciales. Un método y una actitud que también sin duda informan la producción de arquitectos contemporáneos como Toyo Ito y Kazuyo Sejima en quienes puede rastrearse, cómo las nuevas condiciones técnicas y sociales, así como la emergente sensibilidad medioambiental, derivan en redescripciones de ideas como "ligereza" o "sistema". Sus proyectos, no sólo los residenciales, se desarrollan a través de cuestionar tanto la "inmaterialidad" de las tecnologías informáticas como las nuevas concepciones, plásticas y científicas, en torno a la naturaleza. De nuevo como en De la Sota, aparece el tema dual del método pragmático: técnica y naturaleza, si bien ahora con contenidos propios de otra época, adaptados, como la misma filosofía pragmática, a la idea de cambio.
En la Silver Hut que Toyo Ito construyó en Tokio (1984), o en los dormitorios en Kumamoto para la compañía Saishunkan (1991) de Kazuyo Sejima, no sólo hay la voluntad de construir un sistema basado en el presente efímero, sino también de impulsarlo hacía una condición ya no ligera -al modo de De la Sota y su aforístico “lo más nada posible”- sino "evanescente", de tránsito de la materia de un estado a otro. Liquid space es la categoría que Toyo Ito propone como metáfora capaz de desencadenar un pragmatismo imaginativo atento a las semejanzas del medio natural y el medio tecnológico actual, fluyente e inmaterial. Pero Toyo Ito afirmará a la vez: “el arquitecto contemporáneo ideal es una combinación de pragmatismo -80 por ciento- e imaginación -no más del 20 por ciento-", expresando de forma coloquial precisamente los vínculos que hacen de un sistema un juego y de ambos una propuesta arquitectónica coherente capaz de redescribir de forma verosímil nuestro tiempo.
Sería difícil para quien escribe dejar de mencionar aquí el proyecto realizado junto a Juan Herreros, de las casas AH (1994), un intento de derivar la simplicidad y ligereza de los sistemas técnicos del mercado técnica y naturaleza actual hacia nuevos paradigmas arquitectónicos. Las casas son entendidas en él como súper-objetos autosuficientes -"cosechadoras, tractores o camiones cisterna"-, de modo que tanto la iconografía como los sistemas de agrupación tradicionales pueden dar paso a experimentos espaciales y ornamentales que las acercan a la lógica del consumo. Con ello se establecen unas relaciones entre técnica y naturaleza que atienden a cambios evidentes en las prácticas culturales y materiales del sujeto contemporáneo. Como explica la memoria del proyecto: "Las casas AH son, frente a la casa tradicional, lo que el Swatch frente al reloj de péndulo: no sólo, o no tanto, un cambio tecnológico, sino la constatación de un cambio de hábitos, de la forma de relacionarse con las cosas. Un producto de la cultura material contemporánea. Se basa en la modificación del concepto de durabilidad asociado al de economía en la producción industrial: la introducción de un producto investido de seriedad cultural en la lógica del consumo. Pero no se trata de enmascarar mala tecnología, ni de aumentar la obsolescencia. En realidad, es tanto o más tecnológico que muchos productos sesudos y de imagen científica y su durabilidad es al menos igual a la de los mejores edificios actuales, pues está construido con los mismos componentes y sistemas. Se trata de ofrecer un producto que en sus intereses, carácter y cualidades se adapte mejor, es decir, se identifique más con la menor estabilidad, con la mayor fugacidad de la 'vida del hombre y de las cosas que le rodean; con una nueva concepción del tiempo".
Sin duda podríamos visitar muchas otras experiencias y proyectos contemporáneos en los que la imaginación pragmática se aplica a una redefinición de las relaciones entre técnica y naturaleza, tanto a través de los aspectos figurativos como de los propiamente ambientales. La construcción de "sistemas" no termina en la materialidad tangible; cuestiona también el aire como material técnico de construcción.
Es, de hecho, este cuestionamiento del confort ambiental el rasgo que mas diferencia la actitud pragmática de las restantes casas visitadas hasta aquí, un rasgo que quedará reflejado en ocasiones con una atención mayor hacia los sistemas energéticos mecánicos y en otras, especialmente a partir de la crisis energética de los setenta, con una atención creciente hacia las técnicas pasivas ecológicas.
Ecología es un vocablo ligado etimológicamente al hogar (oikos): trata del conjunto de conocimientos necesarios para establecer una administración racional de los recursos del hogar, la casa, en relación al medio. El arquitecto pragmático busca acuerdos entre las técnicas de mercado para componer sistemas que minimicen el consumo de energía y su impacto ambiental. Quien desee ahondar en este tema puede consultar manuales contemporáneos de técnicas medioambientales y encontrará en ellos muchas de las ideas aquí expresadas: el uso preciso de materiales ligeros junto a recursos pasivos como la masividad del terreno: la concepción de sistemas constructivos a montar en seco que prevea el posible desmontaje de los componentes; la eliminación de acabados adheridos como barnices o pinturas,(materiales desnudos) etc. Todos aquellos aspectos relativos a la facilidad constructiva y al aire como material son hoy los principios de una concepción de la técnica sensible a las cuestiones medioambientales.
No será por ello difícil entender la razón que impulsó a Banham a escribir Los Ángeles, la arquitectura de cuatro ecologías, ese manifiesto optimista -simétrico al Delirious New York- con el que la ciudad del pragmatismo por excelencia, valorada desde la cultura académica como una de las formas más desarrolladas de la construcción de las metrópolis contemporáneas. Obviamente el libro peca del optimismo militante de todo manifiesto -"Los Ángeles es arquitectura instantánea en un paisaje instantáneo"- y pasa con excesiva ligereza por la inmensa problemática social de esta ciudad -algo que sin embargo será central en City of Quartz(1990), de Mike Davis, que puede servir de contrapunto actualizado del texto de Banham-. Pero lo significativo del texto será su método de aproximación. Una verdadera redescripción de la ciudad a través de la identificación de cuatro subsistemas topográficos: la costa, las colinas, el llano y las autovías. En cada uno de ellos se pretende reflejar la interacción de geografía, clima, economía, demografía, técnica y cultura: su ecología particular, desde su origen como un litoral desértico hace apenas doscientos años hasta la exuberante metrópoli actual. Esta redescripción puede entenderse como una epopeya pop pero es, sobre todo, un primer intento por la ciudad corno describir las ciudades como sistemas ecológicos artificiales, por describir la capacidad del hombre moderno -¿del pragmatismo?- para vivir en interacción creativa con el medio sin sujeción a un modelo planificado "de lo general a lo particular": el modelo propio de la ortodoxia urbanística moderna.
La ciudad como sistema ecológico artificial
Los Ángeles es por tanto un duro examen de las idealizaciones modernas y sus revisiones -también el Team 10 recibe una seria advertencia-, y un alegato en favor de una concepción ecológica de la arquitectura, en interacción con su medio topográfico. La ciudad pragmática, la ciudad en la que se desarrolla el habitante pragmático, integra el medio físico natural como una pieza clave y activa de su organización. No pasará como en la visión posthumanista, en la que todo paisaje natural habrá sido subsumido bajo el manto homogenizador de la ciudad genérica. En la ciudad del pragmatismo el medio físico aspira a definir un conglomerado equilibrado de naturaleza y artificio; una reproducción homotética y expansiva de la concepción de la casa individual al conjunto del territorio. Y si en sus primeras formulaciones esta aspiración dio lugar a la expansión indiscriminada del suburbio residencial, con la consecuencia inmediata de un gran despilfarro energético y ecológico, así como de tiempo, el reto que se presenta a la imaginación pragmática hoy es precisamente ése, cómo elaborar modelos urbanos simultáneamente expansivos y cohesivos, capaces de crear nuevos equilibrios entre lo natural y lo artificial; cómo adaptar esa aspiración de disolución campo-ciudad. Algo que sólo recientemente (y de forma parcial) comienza a formar parte de la cultura urbana, incorporándose como un conjunto de investigaciones y propuestas, aún inarticuladas, bajo el epígrafe publicitario de "la ciudad sostenible". El objetivo es anticipar modos de crecimiento y desarrollo que supongan un balance positivo entre los recursos del medio físico, los desarrollos técnicos, la cultura preexistente y las expectativas sociales. Un ejemplo de estas aproximaciones lo tendremos en los Congresos Eco-Tec celebrados desde 1992 en Córcega, curiosamente una de las islas visitadas por el trasatlántico que sirvió de marco al desarrollo de la Carta de Atenas. Ahora la visita a la isla no es ya un destino turístico donde descansar del trabajo de dar forma a la ciudad moderna sino el objeto mismo de estudio, el lugar donde aprender a hacer la ciudad contemporánea como algo que debe ser pensado sustancialmente desde su equilibrio con el medio. Habrá pasado a ser entendido como un ecosistema precario -toda isla lo es- mantenido y preservado cuidadosamente a lo largo del tiempo: un ejemplo a oponer a la ciudad moderna y sus devastadores efectos sobre el marco medioambiental. Evidentemente no es éste el único reto que se plantea la denominada "ecología urbana". Otros problemas derivados de los movimientos migratorios, catástrofes naturales o políticas, o los derivados de la existencia de las minorías étnicas y de todo tipo -religiosas sexuales, etc.- exigen, más allá de la relativamente cómoda abstracción que el posthumanismo ha llevado a cabo del sujeto contemporáneo, estudiarlo como pieza de un engranaje ecológico superior, a la búsqueda de fórmulas de Integración que en absoluto son ajenas a la imaginación profesional: es precisamente del cambio continuo, de la hibridación o mestizaje de hechos y situaciones diferenciados, de lo que se alimenta la "redescripción" pragmática, estableciendo puentes o "conversaciones" que permitan construir un medio heterogéneo y solidario, capaz de expresar poéticamente la sensibilidad y los conflictos del ciudadano actual.
Lo que hoy podemos ver en los cuadros californianos de Hockney, en la instantánea que Shulman fijó en nuestra memoria del siglo xx, en las viñetas de De la Sota o en los textos de Banham, es la promesa de un optimismo pop, solidario y democrático, producto de la sociedad del bienestar, pero que demanda ser repensado para una sociedad en mutación, tanto a escala urbana como doméstica, desde nuevos paradigmas técnicos y desde las nuevas descripciones de la idea de naturaleza, para un sujeto que posiblemente no sea ya la mujer de los años cincuenta sino su reencarnación actual en otros sujetos, hoy invisibles y "diferentes", cuya emancipación definirá el futuro inmediato de nuestros paisajes urbanos y domésticos. La casa del pragmatismo puede entenderse como ese hotel cuyo corredor integra un conjunto heterogéneo de formas de pensar y habitar -y en ese sentido es sin duda algo parecido a este mismo texto, un conglomerado de referencias vitales, culturales y técnicas-. Un lugar de mestizaje con una estética que reproduce la heterogeneidad consustancial al sistema: con una materialidad híbrida, producto de mezclar materiales altamente sofisticados con los más arcaicos, envuelto todo en redes informacionales; un magma o conglomerado cuya belleza sólo nos es revelada en forma de destellos; de la cual apenas sabemos que es ligera, que carece de densidad o dificultad. Son destellos como los de la espuma del cuadro de Hockney, capaces de combinar intensidad y simplicidad de formas insospechadas, o como el espacio líquido de Ito, quién sabe si encarnado en ese sujeto invisible que, inmerso en la piscina, polariza y activa la escena y desde dentro contempla secretamente algo que a los demás nos es vedado. Sin duda la casa pragmática exige al arquitecto una gran dosis de imaginación, una zambullida aún mayor y más bella que las que Hockney nos legó.


David Christi Molina Galiana
La buena vida. Iñaki Abalos & Herreros

Resumen: A bigger splash. El pragmatismo en la arquitectura